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sábado, 27 de abril de 2013

De recuerdos y momentos

Ayer, después de clase, en esas charlas cerveceras tan terapéuticas, donde dejas resúmenes semanales, miserias, alegrías y sobre todo te llevas muchas risas, una compañera y buena amiga, motivó esta entrada.
Después de narrar una hilarante historia de su periplo adolescente, dio un trago a la cerveza, elevó las cejas, suspiró y dijo: siempre que hablo de estas cosas tengo la impresión de estar hablando de otra persona, como si nunca lo hubiese vivido e inventase historias que nada tienen que ver conmigo.
Es curioso cómo se nos difumina el pasado, cómo lo que fue tan importante, urgente, alegre, triste, único..., se convierte en una especie de "vida de los otros" cuando el tiempo pone espacio entre esos momentos y el que vivimos ahora.
También me dio que pensar, de unos años a esta parte, me he esforzado por dar un valor especial a los momentos, vivirlos con intensidad y no perdérmelos para luego recordarlos mejor de lo que los viví.
Cuando salimos del bar, pasada la media noche, descubrimos que llovía con intensidad, era una de esas noches que tanto gustan a un gran contador de historias que sigo ávidamente por aquí. Me dirigí a casa bajo el paraguas, acelerando el paso, casi a punto de correr, entonces me di cuenta. Siempre me gustó, cuando no hace frío, sentir el agua de la lluvia en la cara, sin orden, torpedeando sutilmente sin mirar dónde caen hasta empapar y notar como las que sobran resbalan hasta la nariz y la barbilla para inevitablemente mezclarse con el resto y desaparecer. En ese momento paré, retiré un poco el paraguas y me dispuse a disfrutar del momento, con los sentidos a tope para impedir en la medida de lo posible, que cuando se convierta en recuerdo parezca no pertenecerme.
Alguno debió pensar que estaba loca, yo prefiero verlo como esa osadía que da el hacerse mayor y que no es concebible en edades más tempranas, donde las vergüenzas mandan, lo cierto es que poco me importa. Ese pequeño gesto hizo que llegase a casa con la sensación "genekellyniana" de haber pisado todos los charcos con una sonrisa casi indecente en los labios.

4 comentarios:

  1. Hay ocasiones en las que tendemos a idealizar lo vivido, a evocarlo con avidez, deformándolo hasta borrar la parte gris (que siempre existe) y quedarnos con una caricatura de lo que fue en realidad.

    Lo de mojarse la cara -y más- en plan aquí esoy yo, me parece fantástico.

    Buen post y mejor sensación.

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    1. Entiendo que si no fuese así sería muy duro superar según qué cosas y seguir adelante, anestésico natural del alma, qué necesidad de recordar lo feo!
      Muchas gracias por tu comentario Sr. Penunbra, un placer verte por aquí.
      Un abrazo

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  2. Es cierto que con el tiempo las urgencias y las importancias del pasado, se difuminan. Yo añadiría que se difuminan en general todos los recuerdos. A veces es mejor así porque reinventamos los recuerdos importantes y son más perfectos.
    Esas charlas cerveceras son importantísimas y seguro que no aventuro demasiado si digo que formarán parte de tus recuerdos cariñosos del futuro. Si después has salido a la calle y has retirado el paraguas de tu cara y has dejado que la lluvia te recorriera, para mí es como si hubieses entrado en el clan imaginario de los adoradores de la lluvia. Ya te reconozco como una de las mías porque esto que puede parecer tan básico, esa manera de sentirse vivo, como Gene Kelly en esa escena, no todo el mundo la comprende.
    Genial entrada, me ha gustado muchísimo. La leí hace días desde el móvil pero no la pude comentar, así que ya me he quitado la desazón que tenía.

    Me dan ganas de salir a mojarme ahora mismo.

    Gracias ;)

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  3. Sí M. la reinvención es como las licencias que se permiten los directores de cine para modificar sutilmente la realidad y hacer la escena más bella, romántica, dramática o alegre. Es fantástico que podamos hacer uso de estos recursos, con medida claro :) .
    Las charlas cerveceras desde luego forman y formarán parte de mis recuerdos más queridos, es donde más se conoce a la gente que te rodea, y donde surgen las risas más espontaneas y las conversaciones más jugosas, desde las más importantes a las más absurdas, todas geniales y necesarias.
    Me alegra formar parte del clan, si bien como perrito callejero que soy, tiendo más al sol, siempre he visto en la lluvia un punto de romanticismo especial, y sobre todo, de algún modo de anonimato, quizás porque la gente tiende a mirar al suelo y a correr como si de ácido sulfúrico se tratara, y nos hace casi invisibles a su paso aun estando rodeados, es una sensación interesante. Lo de mojarme supongo que me viene de siempre, reminiscencia infantil, me encanta!
    Muchas gracias M. me alegra tanto encontrarte por aquí.
    Besos

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No suelo ejercer de censora, pero prefiero mirar primero, comprensible, no?