El año pasado decidí que no iba a hacer balance de los años
que fuesen pasando, ya fuese en mi calendario personal o en los que marca el
reloj de Sol a ritmo de uvas. Pero a quién quiero engañar…, aun pensando que no
lo hacía, en mi mente se escurrían ideas y datos que procuraba esquivar y desechar siendo
más forzado no hacerlo que sucumbir a dar una nota, adjetivo o palabra al periodo
cerrado.
Así, hace solo unos
minutos, cuando volvía del interminable aperitivo nocheviejero, con todas las
tareas a realizar estresando mi cerebro, y que aun me aguardan; esa parte de la
cena que para desgracia de mis acompañantes me tocó, vestirme con algo bonito
porque hay que celebrar todo lo celebrable y pintarme el ojo porque es algo que
siempre me gustó, me asalto la palabra que mejor define este año.
Año en el que, para mi fortuna, tanto he descubierto. Tan simple y
tan complejo. Sí, he descubierto, en todos los sentidos, gente que ha entrado y salido, lugares que me
han maravillado, actividades nuevas que me enriquecen, gustos, disgustos,
sueños, música…
No puedo escribir sobre todos, y no quería cerrar el año sin dejar algo, a pesar de la escasa imaginación que me ronda últimamente, así dejo uno de mis descubrimientos en forma de música poco navideña.
No puedo escribir sobre todos, y no quería cerrar el año sin dejar algo, a pesar de la escasa imaginación que me ronda últimamente, así dejo uno de mis descubrimientos en forma de música poco navideña.
Feliz 2015, la niña bonita…