Los mas leídos...cada uno sus motivos

miércoles, 26 de junio de 2013

Una cara "amiga"

Me gustan los aeropuertos, es de los pocos sitios donde no me importa esperar, con medida claro. Cinco horas por huelgas sin certeza de partir o aquellas interminables esperas, cuando una compañía abocada a la quiebra unificaba vuelos y convertía mis ansiados Madrid - Barcelona en algo más propio de un Madrid - Buenos Aires, no me agradan nada.
Pero si es razonable, reconozco cierto disfrute en los pasillos de esta especie de delegación de la ONU donde se comparte aire, asientos, intenciones y en muchos casos ilusiones. Me gusta mirar, observo con la curiosidad y el descaro de un niño, osadía que me permito por lo fugaz de los momentos.
Sonrío al tipo que facturó delante de mí y que casi se lleva por error mi bolsa, esos dos segundos de confusión nos han convertido en algo así como la cara amiga, cruzando miradas y compartiendo simpatía antes de despedirnos para siempre cuando cada uno siga su rumbo.
Pienso que tiene una bonita sonrisa que despliega ladeando la cabeza al paso de la imponente rubia de piernas infinitas que cruza delante de nuestras miradas. Anda un poco raro, como una de esas máquinas con cabeza y patas que recorrían la luna de Endor en El Retoro del Jedi. Los tacones más altos jamás calzados son los culpables de que las rodillas se doblen dando ese aspecto extraño. “No sé cómo puede sostenerse...'' murmura mirándome (cara amiga). Me limito a sonreír y levantar las cejas, mientras miro mis sandalias planas y siento lo que debe ser un leve pellizco de admiración y envidia hacia esas magnificas piernas y la destreza al manejar los tacones. Nadie las quita ojo, solo mi cara amiga que vuelve a sonreírme y regresa a su revista.
Tras el embarque le pierdo la pista, hasta aquí ha llegado nuestra fugaz relación, pienso mientras extiendo mis desvaríos a aquellas personas con las que he tenido algún tipo de acercamiento fugaz, espontáneo, raro o atípico. He intentado, sin mucho éxito recordar a algunas de ellas. Seguía madejando estos pensamientos cuando tomamos tierra.
“Uuff qué calor!”, volví a sonreír, mi cara amiga se situaba a mi lado en el autobús que acerca a la terminal. No sé muy bien por qué me alegré enormemente de volver a verlo. “Sí”, respondí, “pero aquí no hay playa a la que ir”...típicas conversaciones de ascensor, de tiempos o espacios cortos... Mientras esperábamos el equipaje, comentamos lo rápido que fue el vuelo y lo mucho que en proporción tardaban las maletas...era una conversación relajada, amable y cálida. “Por fin...esa es la mía”, me ayudó a bajarla de la cinta y nos quedamos en una extraña quietud mientras me preparaba para salir. “Bueno, espero que la tuya no tarde”, sonrisa, “sí, yo también”, sonrisa,...silencio...doble sonrisa...”bueno, adiós”...sonrisa...”adiós”...
No miré más hacia atrás, ese sí era el final. Mi cara amiga no volvería a sonreírme, al menos no esta.
Mientras recorro los pasillos buscando la salida pienso en la curiosa necesidad de relacionarnos, de tener un amable aliado, aunque solo sea para unos minutos, alguien que nos sirva de referencia, como un sutil punto de apoyo. Entonces veo a mi hermano con aspecto despistado esperando y claro,sonrío.

martes, 18 de junio de 2013

Being... whoever

Hoy volvía a casa enzarzada en una conversación que me ha dejado rumiando.
En ocasiones como Erica, la protagonista de la serie a la que guiño en el título, pensamos que mas de una y mas de dos de las decisiones que  tomamos en un momento dado, no fueron las acertadas, quedándonos esa sensación de...¡vaya cagada!
Sin embargo, si ese pesaroso afán de cuestionarnos nos permite pensar con claridad, si somos honestos con nuestro pasado y su recuerdo, sin negatividades de por medio que den, si cabe, más dramatismo a nuestra sensación de ¡vaya cagada!, solo hay que mirar para recuperar la imagen de lo que en su momento, motivó ese modo de actuar.
No habrá nadie que nos traslade en el tiempo a esos momentos en los que pensamos para demostrarnos que alterar el orden de los factores nada cambiaría el producto, pero me da que lo mas probable es que, si en aquella ocasión hubiésemos actuado de otra manera hubiese sido, en la mayoría de los casos, otra ¡vaya cagada!
No es solo una cuestión de acertar. Creo que no estaríamos preparados para ello, no sería la decisión entendida como la mejor y, no nos engañemos, es difícil que algo en lo que no se cree salga bien.
Igual, en vez de compadecernos de decisiones tomadas, deberíamos invertir esa energía en meditar y buscar la mas adecuada a las situaciones que tenemos ahora sobre la mesa porque, aparte de no poder cambiar las pasadas, siempre hay un motivo por el que, en su momento, hicimos lo que hicimos.

martes, 11 de junio de 2013

Ayer volví a Londres

A golpe de portada cambié los jardines del buen Retiro por los pasillos del Barbican Centre. Esa imagen poderosa de mujer, o de mujer poderosa, que ambas serían propias, con el cuerpo tenso, firme y las manos estratégicamente colocadas, me trasladó en un momento a la primavera tardía de 2001.
Recuerdo la cara de los que allí estábamos en el periodo de intercambio, y especialmente los ojos almendrados, abiertos como platos de Lola, erguida como una diosa de ébano recién llegada de Nigeria con su pasaporte británico. Trabajaría entre ellas pero pedirle además que le gustase ya era, como diría Sabina, pedirle demasiado. No entendía mi entusiasmo pero había asumido sin más el extra de pasión que en ocasiones me da por imprimir a la vida, como parte de ese Spain is different tan manido.
La inauguración del evento era diferente, había que quedarse hasta las 9, pero no importaba si tenía la oportunidad de ver a aquel señor que debía tener algo especial en la mirada. Corría el champagne y aquel vino espumoso dulzón que tanto gusta a los ingleses.
"Disculpe, no está permitido fumar en la galería"… "for fuck's sake this is not a pub", rumiaba Andrew, mientras me mostraba con resignación la enorme cantidad de cigarrillos confiscados. Tras mi regreso, no volví a saber de él, era pintor y lo más cerca que había conseguido estar, hasta entonces, de lo que deseaba era aquel espacio que al menos, le permitía soñar con ver su arte colgado en The Curve algún día. 
Seguía sin verlo, en realidad nada me garantizaba que pudiese hacerlo. El sonido de cristal haciéndose añicos me hizo correr para informar por aquella odiosa radio y responder con el “Roger” que tanta vergüenza me daba y cuya omisión exasperaba a David, jefe de seguridad.
Entonces lo vi, estaba sentado, a escasos pasos de mi, "such a mess" o algo así le creí entender mientras me sonreía tras aquellas curiosas gafas. Casi me caigo al suelo. No duró más, en seguida se lo llevaron entre unos y otros.
Estaba mayor, más de lo que esperaba aun sabiendo su edad. Quizás semejante derroche de fuerza, carácter y erotismo en su trabajo me hizo imaginarlo aun enérgico, vital y tremendamente sensual como sus fotos, no el personaje débil y visiblemente cansado que encontré en aquella sala atestada de gente. No volví a verlo ya que, a pesar de mi esperanza nunca volvió a pasar por allí.
Pocos años después informaban de su muerte y yo volvía a golpe de titular a Londres, a esos pasillos a aquel día...





domingo, 2 de junio de 2013

Yo?...Azapata

Aquel ser extraño que mantenía a la altura de su boca ese trasto encargado de ampliar su voz soltó una enorme carcajada. No conseguía entender por qué todo el mundo se reía. Si bien su tono no tuvo todo el temple que hubiese querido, lo cierto era que su profesión elegida era tan válida como otra cualquiera, la permitiría conocer sitios remotos y viajar siempre que quisiese, sin límites.
"Pero por qué se ríen?" Pensaba mientras abría de par en par sus enormes ojos, esos ojos que la miopía aún no había conseguido mermar. Con 6 años si no se entiende algo se espera una explicación, pero aquel payaso mal pintado le daba más susto que confianza y prefirió mantener su duda a preguntar motivos. En cualquier caso, temía que aquello no acabaría allí, y que tendría que pasar por alguna otra escena humillante que incluyese a aquel niño de 8 años que frente a ella acababa de comunicar que sería bombero sin provocar más reacción que aplausos entre vecinos y familiares.
Años después lo entendió, la dichosa P en detrimento de F y esa maldita costumbre española de no corregir a los demás, ya sea porque "es taaaan graciosaaaaaa" o porque no queremos incomodar al que lo dice y parece que prefiramos dejar que siga errado hasta que la casualidad o alguna situación violenta haga que se percate.
Igual fue ahí, en esas fiestas de barrio, cuando desarrolló esa sensación rara que sentía en las ferias. No huía de ellas, de hecho ahí estaba, festejando las fiestas patronales de la localidad que intentaba, sin mucho éxito, adoptarla. En fin, un ratito de viernes con amigos y cerca de casa no parecía un mal plan.
Pero ese olor a frito, la música descontrolada de feriantes y la indecente luz que deja desnuda a la noche seguía provocando una reacción orgánica extraña que conseguía erizar su vello. Así, mientras hacía correr aquel camello, miraba de soslayo a ambos lados por si a aquel jodío payaso le diese por volver micrófono en mano a reírse de su sueño de volar.
Solo sería un rato y si la ocasión lo requería, siempre podría subir al camello y largarse de allí, muy lejos de la estridente música, a un lugar donde la noche siguiese siendo oscura.