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lunes, 6 de mayo de 2013

Porque no tenemos otra vida en la mochila

    En ocasiones me cuesta horrores tomar decisiones. Afortunadamente no me ocurre en el ámbito laboral, donde puedo reconocer cierta agilidad , a veces incluso exceso de osadía o inconsciencia que igual algún día me cuesta un disgusto, pero que por otra parte, me produce cierto regustillo.
  Sin embargo en mi vida privada, ya sea porque ninguna de las opciones me convence, o porque las consecuencias me resulten desagradables, doy muchas vueltas antes de resolver lo que, en muchas ocasiones, casi desde el principio, percibo que se resolverá de una determinada manera.
   Ni mi espíritu hedonista ni la inmadurez peliculera que me aflora para estas cosas con contundencia ayudan en este sentido. Así invierto mucho tiempo, demasiado, en sostener situaciones que mi mente sabe que debo desechar hasta anclarme de un modo absurdo y generar, igual por el tiempo invertido, por cabezonería o a saber , cierta sensación de que debe salir bien sin atender a razones: tripas mandan.
   Hace tiempo, hablando con una amiga de las que te dejan rumiando ideas lanzadas entre chorradas, en ese escaso margen de seriedad que la permitimos nos dijo: hay gente que vive como si tuviese otra vida en la mochila”.
   No sé si fue ahí pero desde luego algo tuvo que ver, son esos momentos de revelación, de “¡ coño!”, apertura de ojos y cara de bobalicona, “¡claro!”. Así, en mi empeño de resolver cositas que, de algún modo, me metían el dedo en el ojo, de a poquito y sin grandes pretensiones, conseguí cambiar cosas importantes en mi vida. Sin embargo me dejé cosas para septiembre, esas cosas que cuestan más. Cuando las encaré puse fecha, por eso de que el cerebro no entiende de “algún día...” o "a ver sissss…”.
 Traspasada la fecha de alguna, meditado, sentido y sobre todo analizado más con cabeza que con víscera, aunque me jode, cumplo, y lo hago poniendo distancia ya que la altura no me funciona y es que, aunque a veces me cueste verlo, sé y procuro no olvidar, que no tengo más vidas en la mochila.

2 comentarios:

  1. Me reconozco en tu reflexión. A mí me pasan cosas parecidas y es verdad que a veces te empeñas en mantener una docena de platos girando sobre varas de madera aún a sabiendas de que tarde o temprano tendrás que hacer algo porque de una manera o de otra van a terminar rompiéndose.

    No hay más vidas en la mochila, eso seguro, pero cuesta eh?... a veces nos anclamos en la comodidad y el ancla termina por no dejarnos dar un paso.

    un beso.

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    Respuestas
    1. Malabaristas de imposibles. Yo diría que lo mantenemos en muchos casos porque nos resulta mas molesto o doloroso eliminarlo que correr de un lado a otro para que sigan girando.
      Pero siempre llega un momento en que nos damos cuenta de que es más un empeño que una realidad, y que igual ya no lo deseamos tanto, igual es solo costumbre o cabezonería, es en ese momento, o cuando ''molesta'' más de lo que molestaría la ausencia, cuando deja de compensar y hay que plantarse, aunque de susto o desazón.

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No suelo ejercer de censora, pero prefiero mirar primero, comprensible, no?