Así nos dejó a todos los que estábamos allí el tipo de la voz de oro. Empezó hablando sin arrepentimientos de futuro y, no podía ser mas propio, terminó cerrando bares.
Siempre he agradecido la gran capacidad de emocionarme que tengo y el miércoles pasado lo agradecí doble, es increíble sentir así.
En un recinto con cerca de 17000 personas, que bien podría haber sido el salón de mi casa del silencio tan absoluto que se oía, me cantaba casi al oído en la distancia quien, tras ofrecer ponerse máscara y examinar cada pulgada de mi, durante unas horas fue definitivamente mi hombre.
Cierto es que eché de menos algo más de entusiasmo, solo visible y vaya por delante que me encantó, en la pareja que en la fila de atrás, con cada canción se comía a besos como adolescentes distando muy mucho de serlo. También, como era de esperar, cuando en los bises tomaba definitivamente la capital germana algo se movió en las gradas, pero a la afición alemana poco dada a mostrar emociones, no podía pedírsela más, así son las cosas... todo el mundo lo sabe.
Fue una experiencia maravillosa, los músicos brillantes, los coros de los que hacen soñar con elfos y ninfas y la puesta en escena sencilla y perfecta.
Esa tendencia al suelo casi como seña de identidad , incluso de rodillas, con el cable en la mano bien cerca del micrófono, junto a la cara, daba más dramatismo al cuerpo perfecto de Suzanne y al silencio de quien encontró la muerte pero no le delató.
La persona que me acompañaba, que temió sentencia a 20 años de aburrimiento cuando comenté que solía durar entre tres y cuatro horas, terminó enjugando lágrimas absolutamente emocionada, no podía ser de otro modo.
Perdono la descortesía de no entrar en mi vida secreta a cambio de la esperanza, no demasiado realista, de volver a bailar un vals con él en un escenario parecido.
Vuelvo a agradecer la gran capacidad de emocionarme, de disfrutar, pero le agradezco aun más a usted, don L.C., la tremenda capacidad que aun tiene de emocionar.
Sincerely N.R.
Yo me quedo con la historia de la vieja que murió sin un susurro...además por supuesto de quien te da té y naranjas que vienen desde china.
ResponderEliminarYo todavía no me he repuesto del "susto" del concierto de Madrid...y eso que hace com un año...
No me extraña K, yo no creo que pueda reponerme nunca!! Me tiene que aguantar otro como sea, o me voy a verlo a Manhattan :) , pero no puede dejarme con estas ganas!!
EliminarEntiendo tu emoción. La verdad es que sólo hace tres o cuatro años que descubrí a mister Cohen, pero es maravilloso.
ResponderEliminarTienes razón, la capacidad de emocionarse es un regalo que no tiene precio.
Un beso N. R.
Me alegra que lo descubrieses, no importa cuándo, lo importante es tener la posibilidad de disfrutarlo, es lo genial de la música.
EliminarDesde luego, se que me pongo pesada, pero es genial sentir las cosas con pasión y me alegra poder hacerlo, aunque supongo que es proporcional para lo bueno y para lo malo, aun así sigo prefiriéndolo :)
Un beso M
El señor Cohen, protagonista de mi primer Deprimartes; y vaya que se lo merece.
ResponderEliminarEstoy que seguro que Dios, Satán, o alguna otra deidad, le deben envidiar la voz... Y no es para menos.
Saludos.
Esa fue la casualidad que me llevó a tu Deprimartes. Me encantó!
EliminarEs tremendo, aun a sus casi ochenta sigue siendo increíble.
Un abrazo