Hoy me acordé de algo que muchos años atrás me dio por
pensar. Por algún motivo, seguramente muy absurdo, creía que moriría antes de los
40, algo que, y esto sí que es demencial, no me parecía del todo mal.
No creo
que fuese por dejar un bonito cadáver, como mucho resultón si me pillaba arreglada. Más
bien, supongo, por la inconsciencia propia de la juventud que hace pensar que
los 40 están tan lejos; y por la escasa,
casi nula, confianza en eso que llaman sexto sentido y que en mi caso nunca
vino de fábrica.
Ahora, a escasas semanas de llegar a esa edad, llámenme
rara, lo cierto es que no me apetece un pelo morir. Curiosamente, y con todo lo
que me haya podido quejar a lo largo de todos estos años, me gusta mi vida..., me gusta mucho. Claro que hubiese evitado algunos malos tragos pero aun así a día de hoy, no me cambiaría
por nadie.
Así, a pesar de llevar la contraria a grandes cantautores de
este país, si la Parca tuviese en estos
días intención de visitarme, ni me lleven al sur, ni arrojen al mar mi barca
con un levante “invernal”, mas
agradecería una solicitud formal de otorgar a este organismo vivo otros tantos años que
tanta curiosidad me producen. Total para un ser al que el tiempo no persigue,
poco esfuerzo le debería suponer este tipo de concesiones.
No sé por qué hoy me he acordado de esto, y ahora me
enfrento a estas dos semanas con la absurda sensación de incumplir un tétrico compromiso
de algún modo adquirido tantos años atrás, condenando definitivamente ese
instinto juvenil tan osado como macabro
….mmmm….que le den